31/3/06

El robo de Ravel.

IGNACIO ESCOLAR
7 de diciembre de 2005

Seguro que lo han tarareado alguna vez. Su autor, el compositor francés Maurice Ravel, lo tituló “Bolero”, pero todo el mundo conoce la pieza como el bolero de Ravel. Dicen que su especial cadencia rítmica, su melodía repetitiva que evoluciona casi desde el susurro hasta una barroca explosión final, es lo más parecido al sexo que se ha compuesto jamás.

Bo Derek en “10, la mujer perfecta” ayudó a popularizar esta obra que es la composición francesa que más derechos de autor ha recaudado de toda la historia. Cada año genera unos dos millones de euros, una fortuna que se reparten, a través de una enigmática empresa con sede en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes, entre la hija de una enfermera y un anciano ex directivo de SACEM, la SGAE francesa. Ninguno de los dos se apellida Ravel.

El famoso Bolero fue compuesto en 1928 y seguirá generando derechos de autor hasta el año 2015. Maurice Ravel nunca se casó ni tuvo hijos, por lo que tras su muerte, en 1937, su hermano Edouard se convirtió en el único heredero.

En 1954, Edouard Ravel y su mujer sufrieron un grave accidente de tráfico que les obligó a contratar los servicios de una enfermera de 48 años, Jeanne Taverne. También emplearon como chófer a su marido, Alexandre Taverne, que antes había trabajado como minero y barbero. Poco después, falleció la mujer de Edouard Ravel. Los Taverne se instalaron a vivir en la casa del viudo.


En 1957, veinte años después de la muerte de Maurice Ravel, Edouard viajó a París. Allí prometió públicamente que, a su muerte, el 80% de los ingresos por derechos de autor de su hermano pasaría a pertenecer a la ciudad de París. La idea de Edouard consistía en crear con ese dinero un premio anual para compositores al estilo del Nobel. La promesa jamás se cumplió.

En el último momento, Edouard cambió su testamento. Se lo dejó todo a su enfermera, Jeanne Taverne. El resto de la familia Ravel no se tomó nada bien la decisión y llevaron el caso a los tribunales.

El juicio duró casi una década y Jeanne Taverne no vivió para ver el final. Murió en 1964, y su marido, Alexandre Taverne, continuó la pelea judicial. Mientras tanto, el Bolero seguía ganando millones, pero el director legal de SACEM (la sociedad de gestión de derechos de autor francesa) Jean-Jacques Lemoine, decidió paralizar el reparto de estos ingresos hasta que terminase el juicio. Al final, este astuto abogado fue el ganador.


El bolero del paraíso fiscal

En 1970 el último tribunal de apelación francés dictó sentencia. Alexandre Taverne, el marido de la enfermera del hermano del compositor, era el legítimo heredero de Maurice Ravel. El antiguo minero encontró una mina de oro. Durante los años que duró el juicio, los derechos de autor del Bolero habían generado una inmensa fortuna, equivalente a unos 6 millones de euros actuales. A los pocos días de terminar el juicio, Lemoine se despidió de SACEM y montó una nueva empresa. Su primer cliente fue Alexandre Taverne.

Jean-Jacques Lemoine y Alexandre Taverne no se conformaron con el millonario botín. Presentaron una demanda contra el editor de Maurice Ravel y consiguieron renegociar los viejos contratos. Ravel había cedido las tres cuartas partes de sus derechos de autor a su editor en lugar de la tercera parte habitual. Lemoine y Taverne volvieron a ganar.

En 1972 Lemoine aumentó aún más su parte del negocio. Creó una empresa, ARIMA, a la que por razones aún sin explicar, Alexandre Taverne y su hija, Georgette Taverne, cedieron la mayor parte de la propiedad de los derechos de autor de Ravel.

A partir de este punto, el reparto del pastel se convierte en un misterio. Según la familia Taverne, la mayor parte del negocio se lo queda Lemoine y ellos no han cobrado ni un euro desde hace años. La empresa ARIMA cambia su sede de paraíso en paraíso fiscal: primero en Gibraltar, después en las Islas Vírgenes. Jean Jacques Lemoine sale de escena y se dedica a disfrutar de su inmensa fortuna en Mónaco, donde –al parecer– aún vive, cerca de cumplir los cien años.

Lemoine no es el único tiburón del copyright que sacó partido del legado de Ravel. El otro gran beneficiado fue Jean-Manuel de Scarano, que fue propietario de Durand, el editor de Ravel, desde el año 1982 hasta el 2000. Scarano, como presidente del sindicato de los editores de música de Francia, fue uno de los que consiguieron convencer al Gobierno francés de que extendiese la duración de los derechos de autor de 50 años hasta 70 después de la muerte del autor.

También lograron que no contasen los 15 años que pasaron entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y el fin de la segunda. Por eso el Bolero seguirá generando millones bajo la protección del derecho de autor hasta el 2015, 70 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Según aseguró Scarano a The Guardian, la familia Taverne sigue cobrando a través de ARIMA, de la que poseen la mitad. Aunque no está claro a cambio de qué cedieron el 50% de su lucrativa herencia. Los que seguro que no cobran ni un euro son la familia Ravel.

Lo más irónico es que el Bolero fue creado por culpa del copyright. La primera versión que hizo Ravel se llamaba “fandango” y era una orquestación sobre una obra de piano del compositor español Isaac Albéniz. Sin embargo, Ravel no consiguió los derechos necesarios para su versión, por lo que se vio obligado a empezar otra vez de cero. Así nació el famoso Bolero, una bellísima melodía que esconde detrás la siniestra historia de un tango.

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